Hace unos días, caminando por la calle, pasé frente a una comercializadora autos que estaba de promoción, para esto contaban con todo un equipo especializado que lo pude identificar en apenas 20 segundos. Dos edecanes estaban vestidos de arlequines y montados en un par de zancos cada uno. Desde luego, una dama y un caballero que se alternaban la palabra para "promocionar" los autos, desde luego ayudados una bocina y una consola con música de moda.
Los promotores, como es de imaginar, usaban frases muy "creativas", algo así como: "pase a nuestra concesionaria, conozca los precios rebajados que tenemos, oportunidades que nunca más los va a poder disfrutar, no desaproveche..." Los siguientes 80 segundos que permanecí sirvieron para presenciar como se entregaron unos tres o cuatro flyers, y claro, las dos fotos que los peatones se tomaran con la edecán.
La anterior escena es una de tantas que se ven los fines de semana, al menos en la ciudad de México, cuando las empresa quieren impulsar sus ventas por medio de acciones "concretas" de promoción. Lo que he descrito me sirve para plantear varias preguntas, por favor, reflexiónelas:
- ¿Se puede asociar la imagen de seriedad y confianza en edecanes vestidos como arlequines?
- ¿Cuál era la idea de poner a los promotores en zancos, por encima del cliente?
- ¿La compra de un auto se decidió por el mandato de una edecán que ofrece grandes promociones?
- ¿La música empleada es para solo hacer ruido o tiene un sentido estratégico?
- ¿Cuándo fue la última vez que un flyer fue decisivo para una compra importante?
- Los edecanes habrán cobrado entre 1500 y 2000 pesos, ¿cuánto se habrá visto reflejado en ventas?
- ¿La empresa habrá comunicado de la mejor manera sus valores agregados a sus clientes reales o públicos más directos?
Veamos la situación: tenemos a un inversionista, un dueño de negocio que genuinamente desea incrementar sus ventas, quiere generar el ruido efectivo para que sus autos tengan una mejor colocación en el mercado, y sabe que las mejores acciones son de promoción por tener un trato directo con el cliente, porque hay espacio para charla, para que el vendedor resuelva dudas, y en general para hacer más efectivos los procesos de comunicación de la empresa, la pregunta meta es la siguiente: ¿está tomando, la empresa que vimos, la decisión más efectiva?
El dueño de la concesionaria vende autos, y los promociona, por los valores de marca que tiene; en el caso de las personas, también tenemos valores de marca, principios que le hacen distinto ante los demás, valores agregados que lo hacen potencialmente valioso para quien lo desee contratar, lo que tiene que hacer la persona es elegir la estrategia correcta de promocionar esos valores que tiene, suena sencillo, ¿lo será en la realidad?
En este paralelismo, vemos que la empresa distribuidora eligió una estrategia que difícilmente le dará dividendos, su mensaje es vago, disperso, no ataca a su público meta, no expresa con claridad valores agregados, y en suma, solo hace ruido, pero no se ve reflejado en ganancias. ¿hasta que punto las personas podemos estar empleando estrategias equivocadas, superficiales y de poca rentabilidad?
Ahora, lo dramático de esto: estas acciones no dan resultados, y sin embargo se repiten cada fin de semana, ¿por qué?, ¿es que no ven los magros resultados?, y en lo que nos interesa, ¿hasta dónde las personas, de la misma manera, empleamos estrategias que no dan resultados, que no nos posicionan, que nos llevan a la frustración y aun así las seguimos repitiendo?
Es por eso que un coach es tan valioso para la obtención de mejores resulatados, porque desde el papel de observador puede ayudar a la persona a que trace, desde su experiencia y capacidades, estrategias más efectivas que le lleven a mejores resultados y a un estado de satisfacción. El coach ayuda a que, en esta metáfora, la persona primero identifique la situación de sus estrategias, que deje de promocionarse con arlequines y mensajes genéricos para que él mismo replantee acciones claras y concretas que le generen
beneficios concretos.
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