Hace pocos días tuve la
oportunidad de platicar con un coordinador académico, de una maestría en
educación, y en la charla le explicaba la importancia de impulsar la figura del
coach educativo para robustecer los liderazgos que pueden emerger de manera ya
dirigida. De inicio me vio con cara de extrañeza y luego de un momento me dijo
que no le parecía muy adecuado, con una expresión como si estuviera tratando de
entender un concepto de física cuántica.
Desde luego que le expliqué el beneficio que esta
habilidad puede tener para que el maestro, junto con el alumno, logre una mayor
sinergia, exploren nuevas formas de aprender y obtengan resultados más
efectivos y gratificantes. Su expresión no cambió, y lo que sí me pudo decir
fue: “pues no le veo mucha relación con los objetivos de aprendizaje, para eso
ya hay teorías, si acaso relacionarlo con orientación vocacional o asistencia a
alumnos con mayores problemas de rendimiento”.
Entiendo que no hay obligación de saber de todos los
temas, por supuesto que acepto que exista poca precisión sobre las nuevas
técnicas de trabajo que no por fuerza significan teorías, pero sí métodos de
trabajo muy ágiles. Por eso es que esta anécdota la tomo como una oportunidad
de generar información que eventualmente pueda ayudar y no como una afrenta a
los conocimientos que cada día buscamos actualizar.
¿Por qué se necesita un coach con enfoque académico? Por
la gran carencia de recursos comunicativos y motivacionales que existe en la
docencia, el menos en el caso de México. Es decir, el trabajo del maestro se
encuentra en lo cotidiano en una línea de confort, pues los alumnos saben que
van a tomar clase y el maestro efectivo sabe que tiene que dar clase, por lo
tanto todo gira en torno al contenido de la materia, mismo que puede estar, normalmente,
poco actualizado. Por lo tanto el maestro que dé el contenido es considerado
como bueno.
Ahora, si hablamos de competencias se profundizan los
problemas. En talleres que he podido impartir a pregunta expresa de ¿cuánto
tiempo planea la clase, maestro?, escucho respuestas de media hora, una hora,
dos horas. Bien. Posteriormente cuestiono ¿y cuánto tarda en preparar el
material que utiliza?, y me responden una hora, hora y media, hasta tres horas
de labor (muy creíbles en maestras de preescolar).
Lo que resulta revelador es que al indagar ¿cuánto tiempo
se toma en pensar lo que va a decir a sus alumnos?, nadie ha sido capaz, hasta
ahora, de darme una respuesta concreta, lo normal es silencio o una sonrisa
nerviosa. Al margen de profundizar, me inclino a pensar que no se destina
tiempo a planear lo que se expresará porque se piensa que comunicar es un
asunto inmediato, automático, y en el mejor de los casos el problema está
resuelto pues por ello existe el contenido de la materia.
En este tema me parece que los docentes no hemos hecho,
en lo general una lectura del nuevo público (alumno) que enfrentamos. No hemos
actualizado o incorporado novedosas competencias. La realidad nos marca que el
alumno tiene acceso a mucha información, que está interrelacionado todo el
tiempo, que saben que pueden opinar y disentir (y lo hacen evidente), donde
sobran estímulos que pueden distraer la atención, y en general jóvenes que
valoran el competir en un mundo de igualdad y respeto. Así es la generación Milenium. En tanto muchos maestros
seguimos con el mismo estándar de competencias de los Baby boomer. Para comprender con mayor detalle pueden ver el
siguiente vínculo que lo ilustra todo con claridad: https://www.youtube.com/watch?v=PmKy7U9sgtw.
Uno supondría que ante un mundo cambiante y poco estable
se requiere de nuevas habilidades, de ello estoy convencido, y por eso es que
se está desarrollando este tema. Lejos han quedo los tiempos en que el alumno
admiraba a su maestro por saber muchas cosas. El conocimiento es algo más
dinámico, por ello el maestro debe enfocar sus competencias hacia el liderazgo
educativo, siendo la técnica del coach el vehículo para lograrlo.
De inicio, ¿qué es un líder educativo? Grinberg (1999)
señala: “Es imprescindible que el líder educativo posea el entendimiento, el
conocimiento, la visión, los hábitos de pensamiento y acción, la disposición de
indagar, cuestionar y problematizar, la inclinación a tomar riesgos y a
experimentar y evaluar consecuencias, las habilidades para crear espacios y
prácticas que sean cuidadosas, dedicadas, respetables y respetuosas,
confiables, estimulantes, preocupadas, y que contribuyan a desarrollar
comunidades de aprendizaje donde se avancen la democracia, la equidad, la
diversidad y la justicia social”.
Sobre este comentario se pueden agregar algunas ideas.
Antes que anda, en ninguna parte se hace mención al temario, el maestro no es
visto o valorado a partir del desarrollo de un programa de estudio. Esto no
quiere decir que no interese, es natural que debe dominar su área de
conocimiento, para eso está. El líder educativo, como se pudo apreciar, debe
ampliar sus competencias sobre la visión, sobre el cuestionamiento, sobre la
toma de riesgos, sobre experimentar, sobre el crear espacios, solo por destacar
algunos.
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