Uno de los temas
que más me llaman la atención en cuanto al desarrollo de las personas es la
manera en que se expresan las emociones, los afectos. Estoy hablando de la
estabilidad de la persona, lo que hacemos por amar y ser amados. Uno de los
fenómenos que observo con recelo es la popularidad de los “canhijos”, es decir,
la manera en que muchas personas están adoptando a perros como si fueran
auténticos familiares sanguíneos.
En un primer
aspecto, me parece que más que hacer un juicio, decir si está bien o mal, vale
la pena reflexionar, ¿qué hace que una relación humana, en el formato que se
trate, crezca y sea edificante. Estamos hablando de que el trato de las personas
es un reto en que día a día se tienen que ir ajustando enfoques, respeto a modelos de vida, recibir apoyo y desde luego que también críticas cuando
perdemos el rumbo, no todo en la amistad, o en la relación humana es grato, tiene puntos
dulces y algunos no muy agradables.
Mantener el
interés por la relación humana es conectar uno de los fundamentos que nos han
hecho mantenernos como especie, la socialización, las primeras civilizaciones
debieron crear lenguaje, escritura, normas, leyes, códigos, en suma, procesos
comunicativos que nos ayudan a estar donde estamos, en el mundo que conocemos,
que puede mejorar no hay duda; sin embargo, es el resultado de la interacción
como sociedad. ¿Todo esto hubiera sido posible si nuestros sentimientos y
afectos se hubieran enfocado hacia los perros, por ejemplo.
Hay quien
afirma, “es que los animales son más nobles y sabios que los seres humanos”,
cuando escucho esto me imagino dónde dejar la obra de Shakespeare, o los versos
de García Lorca, o qué decir del genio de Mozart, ¿qué hubiera sido de la obra
de Bach si en lugar de orientar sus obras a la adoración a la divinidad hubiera
hecho sus obras pensando en un perro? Vale la pena meditar, ¿de verdad todo lo
que ha hecho el ser humano es deprimente como para que un perro nos dé más “sabiduría”?
Estoy convencido
del respeto a las especies, a todas, pero también me parece que respeto no
significa reemplazo o humanización. Por otra parte, ¿quiénes nos sentimos para
quitarle su identidad a un perro?, para los expertos eso también es una manera
de agresión (http://www.semana.com/vida-moderna/articulo/cesar-millan-dice-que-humanizar-a-los-perros-tambien-es-maltrato-animal/474746).
No se trata de enojarnos o descalificar, es necesario reflexionar si nuestras
acciones lejos de ser un beneficio es una limitante de inteligencia social.
Cuando menciono
el tema de la inteligencia social, esta se puede entender como “capacidad para relacionarse con los otros. Es una habilidad innata de
todos los seres humanos pero que es necesario desarrollar para lograr una mejor
convivencia y una buena calidad de vida”.
La
inteligencia social es la que nos permite educar hijos, la que nos permite
llegar a acuerdos, la que nos hace crear algo en beneficio propio y de los
demás, la inteligencia social es la que nos hace ver que la relación con
amigos, familia, conocidos y desconocidos nos relaciona y nos da la posibilidad
de mejorar, un perro es una grata, gratísima compañía, pero su presencia no nos
significa una hazaña de socialización, es una relación en donde nuestro rol se
está limitando a atender caprichos que suponemos “hará felices a nuestros
perros”.