Una de las grandes obsesiones en
las que he caído en cuenta es que socialmente nos encantan las definiciones; nos gusta la
idea de que al vernos como productos terminados nos permite llegar a una
definición absoluta, simple o directa. El terreno de la docencia me lleva a ver
muchos casos en donde los jóvenes, los que están formándose como personas y
profesionistas de manera más intensa, viven con creencias limitadoras de
definición.
“Es que soy muy tonto”, “es que soy
muy distraído” son las que me vienen a la mente de inmediato. Aplicando
fundamentos de PNL les he podido responder con seguridad que no son tontos ni
distraídos, lo que pasa es que hacen tonterías o hacen cosas que los distraen.
En el momento en que dejen de hacer esas acciones la creencia dejaría de tener
sentido o valor.
Claro, entiendo que eso implicaría
una situación de trabajo, se constancia, de consciencia, sería muy bueno que se
pudiera dar seguimiento a ello, la verdad es que en muchos casos no hay
esa inflexión, ese quiebre en que se vaya por algo más. En lo cotidiano el
triunfo es dejarlos con una sonrisa y se queden con la una idea de que no son
algo ya “definido”.
La manera en que el sistema en que
vivimos depende de las definiciones bien vale la pena meditarse. En otra
faceta, me ha tocado ir contra corriente cuando trato de que un estudiante
tenga un enfoque más allá de su carrera. Es decir, lograr que un estudiante se
interese algo ajeno a su materias es muy difícil. Más allá de qué tan brillante
u oscuro sea el paso de un estudiante en la carrera, abrir su percepción en
algo que no “considera” que le sea de utilidad es muy complicado.
¿Cuál es el problema de esto?, a
que la formación orientada a generar profesionistas conpensamiento
amplio, diverso, incluyente, resultan ser sectores enfocados en la solución de
problemas solo se concentran a su formación, sin sensibilidad para ampliar
opciones, para entender el otro, para brindar un sentido de apoyo y comprensión a las demás personas.
Bien vale la pena trabajar y
generar condiciones o discursos en que la diversidad nos ayude a entender que
las definiciones puntuales corren el riesgo de encasillarnos, de pensar y creer
que somos producto terminado, que lo que ya somos es la única manera que
tenemos de vivir, de entender o tratar de solucionar los problemas que
enfrentamos a diario.
Tan solo medita esto, ¿si nuestro
humor siempre fuera el mismo a qué etapa nos remitiría, a la infancia, a la
adolescencia, a la juventud, a cuando eras soltero o de casado?, ¿verdad que
hemos pasado por varias etapas?, ¿verdad que lo que causa risa en la infancia
no es por fuerza idéntico a la pubertad?, no se trata de que un humor sea mejor
que otro, cada uno cumplió un valor y trascendencia en el momento de vida.
¿Conviene que limitemos nuestro humor a una definición?, ¿de qué nos
perderíamos?
Si el humor no ha llegado a su
punto límite, ¿cuál es la razón de definir otras tantas actividades, comportamientos
y desempeños?, la apertura emocional es una virtud que se puede trabajar día
tras día, si crees que eres un producto terminado, si piensas que ya no hay
elemento de sorpresa en tu vida, te invito a iniciar un trabajo de coaching, y
ahí podrás ver el universo de opciones que eres y la manera en que mejor lo
puedes aprovechar.
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