lunes, 11 de julio de 2016

Los ciclos que no concluyen

La semana pasada tuve la dicha de coincidir en una cena con 11 de mis ex alumnos de la universidad. A la fecha ya son graduados, dicho en otras palabras, ya son profesionistas que están ejerciendo su carrera, y he de ser honesto, de manera muy favorable para su corta edad.

Fue una velada agradable, pues ya no es tratar a tus alumnos, a los que eran  muchachitos con muchas seguridad y pocos conceptos. Ya los debes tratar como gente que produce. Eso es algo que da mucho orgullo, a final de cuentas es para lo que he enfocado mi vida profesional.

Estuvieron los que desde hace bastante sé que cuento con su aceptación, es posible que con su admiración. Lo digo tratando de ser lo más fiel a sus expresiones en otros momentos, las eventales charlas en redes sociales, y en el último de los casos sus expresiones de gusto al verme en la cena.

Desde luego tambipen estuvieron los que de alguna manera soportaron mi forma de ser, los que se pueden llamar mis detractores. Lo mencionó como contexto, pues la docencia te lleva a que sea de lo más cotidiano tener destractores, alumnos a los que no les simpatizas, no les gusta tu forma de dar clase, o simplemente no les caes bien. Esos son tan necesarios como los que te reconocen, pues es el público por el que vas; la educación no se hizo solo para los admiradores.

Lo que me gusto de esta cena fueron, en esencia, dos cosas, en primero lugar que los ahora profesionistas ofreceron una reunión para todos sus maestros, incluida la coordinadora. No fue una cena para los cuates o los amigos ya ubicados, fue un acto de gratitud de ellos para con sus maestros. En poco más de 18 años que tengo como docente es la primera vez que me toca vivir una experiencia de esa magnitud. Algo de lo que estoy seguro es que no es de lo más común. Es un hecho que me conmueve al considerarlo.

El segundo detalle que es justo reconocer es que esa noche fui saludado de manera cálida por todos, tanto lo que siempre mostraron respeto como los que no les simpatizaba. Cierto, es posible que no haya habido gran charla, tampoco detalles, pero no sentí nada forzado, y eso es aún más digno de reconocerse. Es más, sí pude notar interés y curiosidad por lo que he hecho desde que nos dejamos de ver en la escuela, hace dos años.

La experiencia que me tocó vivir me llena de orgullo, pues mis ex alumnos, hoy profesionales, me dieron muestra de saber que una cosa es la escuela y otra es ya estar en el mercado laboral, que tomaron lo que qusieron, lo que ponderaron como oportuno, pero que ello no es motivo para negarnos un saludo, saber cómo estamos, y desearnos lo mejor que la vida nos pueda dar.

Grata fue la experiencia, me anima saber que en esta ciudad hay por ahí más de 10 profesionistas agradecidos, que tienen metas que están cumpliendo, que al menos hasta ahora no se han quedado atrapados por el pasado, en creencias y comportamientos que lo único que harían sería limitarnos. Me da gusto haber sido testigo y parte de una experiencia que al menos inició en el sentido opuesto.

Y en el mismo tono de la esperanza, deseo con la mayor de las sinceridades, que este impulso se arraigue en el cada uno de ellos y sean ejemplo donde quiera que estén. Pero también deseo que con ese mismo impulso sean capaces de promoverlo, de inspirar a los demás, que sean agentes de cambio, fuentes de inspiración y generen más de esa energía que tanto necesitamos día a día.

Mis mejores deseos para que siga creciendo el proyecto que son, que perdure su alegría de vivir, de compartir, se simpatizar, de ser fuente de creatividad y soluciones, pues al menos yo, lo sabré reconocer. 



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