Es más lo que no podemos percibir que lo que podemos ver. Por ejemplo, es complicado poder ver los rayos del sol a medio día, sin embargo ahí están; a veces las nubes logran filtrarlos, y ni así logran captar nuestra atención.
Sabemos que nuestra voz vibra por el espacio al ser emitida, y sin embargo no podemos decir que la vemos viajar en el aire. La percibimos y completamos mucho del estado de ánimo del otro solo por lo poco que escuchamos.
Ayer platicaba del cambio de enfoque en cuestiones materiales, empero en temas emocionales el asunto es mas grave.
El proceso social nos enseña que las personas educadas no hablamos mucho de lo que pensamos para no ofender o incomodar. El sistema se va ampliando a la escuela en donde el grupo nos va enseñando que quien habla y responde de manera consistente es molesto, petulante, y que tiene que disciplinarse o enfrentar las consecuencias.
Entiendo las reglas de urbanidad que nos permiten socializar y poner límite a nuestros impulsos, pero hasta dónde son válidas para no poder expresar, buscar u obtener lo que emocionalmente podemos requerir como la aceptación, la pertenencia, la satisfacción, y demás valores que no vemos, pero que los necesitamos.
No conformes con no obtener lo que en verdad necesitamos, nos acostumbramos a estar indiferentes a las necesidades de los demás, a no poder darnos cuenta que ellos mismos también tienen sus barreras miedos, ansiedades, y demás carencias que nos han enseñado a no expresar bajo ninguna circunstancia.
Cambiar el enfoque personal no es solo pensar en uno mismo, tampoco solo vivir para los demás, es una balance en que sepamos que somos parte de un sistema en que a alguien podemos dar algo si ampliamos nuestra visión y que alguien nos puede dar lo que tanto deseamos y que nos han enseñad a no expresar.
Intenta jugar con la idea de este video, imagina lo que puede necesitar la gente, para ello requeriras de más observación por no tener los lentes, recuerda, los anteojos son solo una metáfora de todo el proceso de observación que valdría la pena aguzar.
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