Sonreímos más fácil cuando ayudamos |
Ya la semana pasada describimos un enfoque de lo que es inseguridad, el tiempo líquido en que hemos tenido que aprender a vivir, así como bosquejar algunas de las actitudes que un docente moderno debe expresar como cualidad vital y no solo como un recursos casual, pero necesitamos más.
La
experiencia, como maestro de redacción, me permite saber que cuando un alumno
me entrega un trabajo de clase lo primero que me dice es “¿ya está bien así
maestro”?, como especialista puedo decir sí o no; el papel del docente como
coach da respuestas opcionales como:
a.
“¿Te
parece que está bien?”
b.
“¿Quedó
como tú lo deseabas?”
c.
“¿Dice
lo que en verdad querías expresar?
Es
sorprendente la cantidad de veces que el alumno me ha dicho textual: “pues no,
no está bien”, en la continuidad del diálogo se pasa a la instrucción
empoderadora: “bueno, pues entonces corrígelo” (no olvidar que es una clase, no
una sesión formal de coach), y sí, en ocasiones me responden: “¿pero qué le
cambio?” La respuesta que se puede dar empodera aún más (es posible): “Si tú
mismo sabes que no está correcto o como debe estar, bueno, pues tú sabes lo que
hay que corregir”.
En más
de siete años este diálogo me ha permitido dar poder a los alumnos, pues se dan
cuenta que ellos mismos dieron las respuestas, y saben que hay que hacer bien
las cosas, con base a un trabajo previo. Un detalle más, nunca ha avanzado más
este diálogo, nunca se ha presentado un conflicto, todos los estudiantes han
quedado claros que si ellos saben dónde no están bien las cosas, ellos son los
idóneos para poner la solución.
Reitero,
esto está comentado en el sentido de una clase en que hay lineamientos o
instrucciones concretas y procesos a cumplir, pero nos permite imaginar lo que
puede ser una charla sobre temas personales del alumno.
Si bien
es un ejemplo sencillo, algo se bosqueja de lo comentado por Ferrés I Prats, el
docente con herramientas, diálogos y actitudes de coach deja el papel de
protagonista al alumno, se empieza a acostumbrar a la idea de que él puede
solucionar problemas, que es capaz, que puede tomar decisiones acertadas.
Ahora
bien, para este docente que trabaja como coach en su clase, ¿basta la sesión de
una hora, de una mañana?, para dar contenidos y estilo de trabajo sí, pero
recordemos el punto inicial de la reflexión, la formación humana y emocional
también es parte de su compromiso educativo, y en clase se está enseñando a
trabajar, a aprender.
Bueno,
la sugerencia de esto que pasa más por filosofía de vida, para ello se tienen
espacios, pasillos, patios, y sitios de reunión común que deben ser también
áreas de trabajo docente, no solo el aula. Un maestro de educación básica, que trabaja
con niños, al estar en el patio en el
descanso o recreo puede platicar, ver, observar, interactuar, es más, con estar
es más que suficiente; con estar, ya es buscando, tiene un área de influencia
que el alumno le va dar, sin requerir órdenes o instrucciones el alumno se
acercará, lo buscará, pues el niño busca referentes, busca modelos para
comparar, esta es la zona en que el maestro como coach cierra la pinza. Esta es
la parte que la docencia tradicional no domina, la parte tradicional se centra
en dar clase, solo en eso, porque como lo comenté al inicio, es su maestro, no
su niñera.
El maestro debe esperar recibir información |
Ahora
bien, en grupos un tanto más maduros, pensemos en medio superior o universidad,
¿el alumno requiere de modelos?, ¿los busca?, claro, desde luego, pero no de la
misma manera en que lo requiere un niño de educación básica, el adolescente o
joven quiere espacio, no desea tanto contacto, no lo requiere, al menos de
manera consciente así lo ve, pero la misma e incluso mayor búsqueda de
referentes permanece, ¿y quién mejor que el maestro para ser parte de esa
búsqueda?
Y es
ahí en donde entra el segundo aspecto de la combinación, el uso de las TIC, si
un alumno desea interactuar conmigo, ¿estoy siendo realista buscando
entrevistas o charla en el patio?, su forma de interactuar ya no es la misma
que en primaria, ahora quiere distancia, privacidad, es él quien toma el
control, ¿qué se puede hacer?, entrar en donde él sienta que tiene dicho
control, claro, estamos hablando de las redes sociales.
¿Qué
implica esto?, que el docente que trabaja como coach va a tener que repartir
parte de su tiempo a estar en redes sociales y llevar sus herramientas y
lenguaje al espacio virtual. Aquí algo simpático ocurre, lejos de ser el
maestro el que “espía” la actividad de los alumnos, son ellos los que se
acercan a “inspeccionar lo que hace el maestro”.
¿Cómo
entrar a este universo juvenil?, el maestro como coach solo tiene que aplicar
una primera herramienta fundamental, si ha sido capaz de responder ¿Quién soy?,
bueno, pues en la red social solo debe ser congruente, y ser lo que es, no hay
que fingir, no hay que impostar, solamente hay que ser uno. Las opciones de
comunicación son muchas: efemérides, citas famosas, canciones, videos, reflexiones
personales, los populares memes que proyecten la imagen de seguridad y de
triunfo del maestro como coach, estas pequeñas acciones irán haciendo poco a
poco la red de contactos de sus alumnos.
Y como
se explicó, el maestro como coach tiene que ser él, natural, pero no
superficial ni frívolo, tiene que tener muy en claro que ese espacio es para la
promoción e interacción de sus enfoques de vida como coach, así como en clase
debe marcar que él es maestro, no el amigo de los alumnos (en caso de romper
esta regla los alumnos solitos nos recuerdan este fundamento), de la misma
manera, en una red social no olvidar que soy un maestro en red social que busca
influir, orientar, apoyar, clarificar, auxiliar a mis alumnos en enfoques de
vida, no educarlos.
No es
necesario subir un post en que diga “les voy a dar un concepto, pongan atención”,
no, porque no es clase, con subir un comentario que diga: hoy estuve en clase
con x y fue una experiencia muy agradable, los llamados “likes” irán
apareciendo poco a poco, esta aceptación permitirá al maestro con herramientas
de coach tener la posibilidad de influir fuera del salón de clase, influir en
el plano emocional y humano al que hacíamos referencia.
Los
tiempos líquidos en que vivimos orilla a que la docencia trascienda las aulas,
que el mensaje, que el discurso, rebase la mera instrucción de contenidos; el
alumno nos va a recordar más por el trabajo emocional y humano que por las
fórmulas y teoremas. La opción viable, natural y sencilla es el uso de
herramientas poderosas, herramientas de coach y el dominio de los espacio
virtuales.
Esto se
puede resumir de la manera que en lo personal me ha dado frutos: el maestro no
se puede enfocar en dar clase, el verdadero maestro “hace muchas cosas y además
da clase”.
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