jueves, 11 de septiembre de 2014

“La leyenda cuenta que Kwan Yin hizo votos para no ingresar al cielo o “Nirvana” hasta que el último de los humanos se haya liberado de su sufrimiento”.


Uno de los grandes temas que no pierde vigencia es el de la felicidad, pues estamos hablando de uno de los paradigmas que le pueden dar sentido a la vida. De manera general podemos estar seguros que la felicidad radica en lo que la sociedad, la persona, considera valioso en la época que vive.

Por ejemplo, qué mayor gozo para un hombre de las cavernas que disponer de una lanza particularmente vista como poderosa, y que le daba toda la autoridad ante su tribu. Por ejemplo, pensemos en el enfoque de vida de Bach que con su música llegó a lo más alto del sentimiento humano traducido en música inspirada en Dios.

En los tiempos podernos se puede cuestionar, pero quién puede dudar que para un adolescente la felicidad viene en aparatos móviles que le permiten contactar amistades, tomar fotos, escuchar música y un sinfín de funciones más. Curioso el tiempo de la felicidad, pues el mismo aparato que tanta diversión le da un joven es el que le permite a un empresario ganar dinero, pues un Smartphone, se sabe, puede ser una auténtica oficina personal ambulante.

Con estos tres ejemplos podemos establecer la pregunta, ¿Qué no hace felices?, una primera categoría es si se trata de un objeto o si es por una acción que recibimos, ¿o podemos analizar como objetos que nos dan aceptación contra acciones que benefician a los demás? Desde luego que variantes podemos encontrar, pues la felicidad, como sustantivo abstracto, indefinible en los absoluto, depende de lo que cada persona quiera aceptar, depende a hacia a dónde oriente su vida.

Sin ánimos de ser moralinos, el debate en la actualidad parece que se centra en la aceptación o no del hedonismo (doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida), y este sí es un punto concreto, pues estamos hablando de establecer un parámetro de felicidad superficial o profundo.

Este debate no es nuevo, Sandra Cerro (s/a) lo describe así: “Los filósofos de la antigua Grecia ya se retorcían el cerebro tratando de responder a esta cuestión. Para unos, los hedonistas, la felicidad consistía en sentir placer y evitar el sufrimiento, y así lo expresaba Epicuro en su “Carta a Meneceo”: “(...) el placer es principio y culminación de la vida feliz”. Para otros, los eudemonistas, la felicidad sólo se alcanza gracias a la autorrealización personal, es decir, la consecución de las metas propias de cada ser humano según la virtud más excelente y a través de una actividad continua.

Tratar de convencer a las personas de que un modelo hedonista es malo no solo es complicado, es invasivo de su capacidad de elegir lo que se desea; o que lo eudemonista es la respuesta a todos los problemas, pues no todo mundo está preparado para dar algo a los demás; lo que sí se puede es promover reflexión sobre el tema e indagar si la persona es capaz de argumentar por qué disfruta tanto con felicidad superficial, pues puede ser producto desde el egoísmo hasta no conocer otros tipos de satisfacciones en la vida.

Por su parte, el Dalai Lama ha expresado, en el texto de Cutler (2001): “Creo que el propósito fundamental de nuestra vida es buscar la felicidad. Tanto si se tienen creencias religiosas como si no, si se cree en tal o cual religión, todos buscamos algo mejor en la vida. Así pues, creo que el movimiento primordial de nuestra vida nos encamina en pos de la felicidad”.

El coach en su función no aspira a convencer a un hedonista que está mal, tampoco trata de que un eudemonista vaya por acciones que no por fuerza puede cubrir dadas su capacidades, lo que un coach puede buscar es entrenar a cada persona para que sea capaz de encontrar la felicidad que ansía, es decir, ayudar a que la persona que busca su servicio encuentre algo mejor, que de inicio, que enfoque su vida a partir de un presente hacia un futuro mejor cimentado por su experiencia y compromiso, cortando inercias del pasado que no ayudan a que la persona obtenga, efectivamente, eso que él sabe que es mejor.

La búsqueda de la felicidad es posible, y un coach puede ayudarte a que eso sea posible desde el terreno de tus propias competencias y habilidades.

Fuentes consultadas


 

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