martes, 14 de mayo de 2019

El origen


En el pasado inmediato se ha celebrado lo que es el día de las madres. Fiel a la época en que vivimos hay quien protesta que esta es una fecha que se presta a la explotación mercadotécnica. Es posible, que tengan muy buenas razones, pero bueno, al final son decisiones que debe tomar quien festeje a su familiar.

De lo que me gustaría comentar en esta ocasión es cuánto aporta el trabajo, dedicación o deseos de una madre en lo que terminamos siendo como personas. Es, también, de lo más habitual, que en premios y momentos de triunfo la celebridad reconozca la intervención de la madre en su formación, en donde con amor o autoridad logra que el hijo o hija sobresalga, destaque y llegue a grandes éxitos.

Visto como si fuera empresa, una mamá puede ser un experto CEO que tiene muy claro lo que quiere de su compañía y su personal, y claro tiene muchas formas empíricas para lograr las metas. Una madre puede ser una combinación de un gerente, un coach, un accionista, y hasta como un intendente, lo hace todo, y normalmente sin contrato, sin prestaciones particulares y con paciencia de monje tibetano, pues a final de cuentas, entiende con claridad el concepto de sacrificio por la meta superior.

Hoy deseo compartir un par de anécdotas del CEO de mi casa. Cada una de ellas responde a un momento clave de mi vida, que de una u otra manera, marcaron mi vida, vamos, ambas tienen entre 30 y 25 años de haber ocurrido, ya me podrás decir si no son significativas. 

Cuando tenía algo así como 16 años llegué un día muy seguro a casa y le dije contundente, “ya sé lo que voy a estudiar en la universidad”, ¿y qué decidiste, me preguntó serenamente?, –preguntó-, “psicología, voy a ser psicólogo”. Su respuesta aun me da risa, quizás con la misma intensidad que en esos años: “Ay Carlos, vas a terminar de maestro”. Ella, mi mamá, respondió con base en su experiencia y lo que ella conocía por tener una primaria frente a la casa: maestro era un profesionista de bajo perfil, con problemas económicos serios, de muchas frustraciones, y en suma, gente, la que conocía (y que era cierto) que no tenían la mayor de las proyecciones laborales.


Algo de profético hubo en sus palabras, y la fecha, reconoce que qué bueno que se equivocó en la percepción, en lo que se puede lograr en la docencia, que puede tener sus limitaciones, pero también sus grandes satisfacciones.

La segunda anécdota es más clara y contundente como gerente de un proyecto muy importante. Allá por 1994 externé mi nulo deseo por iniciar un proceso de titulación. “Era tan listo que no necesitaba de ese tipo de requisitos impositivos y carentes de valor a mi plan de vida”. Te aseguro que así estaba de desenfocado. Ella me escuchó, trato de disuadirme, de hacerme ver lo mucho que era importante que me titulara de la carrera, etc. Desde luego si algo tenía era terquedad, por lo que llegó a palabras célebres y contundentes: “Mira, Carlos, hemos discutido esto y vamos a definirlo de una vez por todas, o te titulas o te vas de la casa”.

No debo dar detalles profundos, “accedí a darle gusto” y de esos años a la fecha esa presión, orden o imposición me ha permitido avanzar de manera digna y honorable en la vida. De no ser por ella, honestamente, seguramente en este momento estaría profundamente frustrado y buscando culpables de por qué el mundo no me daba lo que yo suponía merecer.

Más de uno podemos tener estas y más anécdotas, por eso hay que dar reconocimiento y saber valorar el apoyo que la gerente de nuestra casa nos ha dado, pues si alguien sabe de sacrificios y compromiso es nuestra madre. Sirva este comentario para decirle a mi mamá lo mucho que la quiero, la respeto, la admito y le agradezco por haber creído en mí en todo momento, incluso a pesar de mí mismo. Te quiero mamá.

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