miércoles, 18 de enero de 2017

Los milagros ordinarios


Existen palabras que son muy curiosas, proyectan a la mente hacia grande hechos, palabras que tienen un sello de grandeza y que por lo mismo fácilmente nos meten en la insatisfacción al no verse "cumplidas" en la literalidad. Por ejemplo, la palabra historia es una de ellas. Evocar a la historia fácilmente nos puede llevar pensar en una trascendencia absoluta, a toda prueba, y no es que sea malo, pero por simple estadística ¿quién logra pasar a la historia con esa dimensión?

Otra palabra que nos hace eco en la imaginación, en la proyección es "milagro", esta palabra puede ir desde los entornos más triviales, como un cronista deportivo diciendo que un equipo no recibió gol por un auténtico "milagro"; una situacion cotidiana es escuchar a un estudiante pidiendo un "milagro" para aprobar el examen, cuando lo cotidiano tendría que ser el que si estudia y se prepara va a poder salir adelante por sí mismo.

Lo que no se puede discutir es que el milago nos lleva a advertir una fuerza superior, misteriosa y que por alguna extraña circunstancia esperamos que nos favorezca así no más. Es decir, a modo de parodia es como ir por la calle, que salga el dueño de un local comercial y sin mediar palabra  nos dé dinero y el recibo correspondiente por nuestros honorarios. Más o menos así es la mecánica del milagro, esperamos que un agente externo aparezca y sin motivo racional o lógico actúe a nuestro favor. Es tanto como tener la firme convicción de que puedo ganar la lotería sin comprar boleto.

Por otra parte, cuando se estudia al lenguaje se descubre que la palabra es una construcción social, algo que hacemos todos, que dependiendo el uso que le demos a la palabra está va a tener su justo valor. Las palabras nos ayudan a comunicarnos, son construcciones acordadas, y de la misma manera la sociedad les agencia valores. Estas construcciones no son fijas, y paradójicamente son permanentes. Vemos un ejemplo, el concepto crucifixión hace poco más de 2000 años era visto como castigo, tormento, ajuste al ladrón, al traidor. En la actualidad la misma palabra, al menos para occidente, es sinónimo de amor, de pasión, de liberación. La misma palabra comunica cosas diferentes.

Por eso me llama la atención el uso que damos a la palabra milagro para calificar por ejemplo, en ganarse la lotería, el recibir una calificación aprobatoria cuando se espera reprobar, en fin, cuando a diario nos ocurren cosas que se pueden catalogar como milagros. Necesitamos ampliar, trascerder este significado para que nos sea de mayor utilidad.

Te comparto una experiencia que busca ilustrar lo que quiero que veas. Esta semana pude poner a prueba la idea del "milagro", pues invité a mi papá a comer unos tacos, es un hombre de 80 años, y su salud se puede considerar buena, pues para ser sobreviviente de hernia hiatal, hoy pudo comerse con la mayor tranquilidad tres tacos de carnitas, con su respectiva salsa, y un refresco completo. 

¿No es algo que vale la pena destacar, algo que merece considerarse, algo que nos mueva a la admiración?, ¿no acaso el sistema de vida nos da una pista de que a todos algo nos da y algo nos limita?, mi papá no ha visto muchas cosas buenas en su vida, incluso el hecho de poder como hoy lo hizo, pero no es totalmente consciente de ello. Sin embargo, a pesar de su inconsciencia, honró al universo comiendo lo que quiso cuanto quiso.

Este comentario no tiene una intención académica, en realidad no quiere comprobar, nada. Lo que busco es compartirte un detalle de los muchos que pueden ocurrirnos a diario y que pueden pasar frente a nosotros sin la mayor relevancia. ¿Cómo saber que esos detalles que pasan ante nosotros es el real significado de lo que es testificar un milagro?, ¿no valdrá ampliar la palabra milagro y buscarlos, reconocerlos y no solo esperarlos?

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